Elecciones
al Parlamento Europeo 2014.
El domingo día 25 de mayo
se celebran las elecciones para elegir a los miembros del Parlamento Europeo.
Desde 1987 seis han sido las veces que los españoles hemos sido llamados a
votar y la participación ha ido menguando de manera inexorable. En las primeras
se registró una participación del 68,9 % de la ciudadanía, mientras que en las de
2009 sólo se alcanzó el 44,9 %.
La séptima llamada a las
urnas está convocada para el próximo domingo con la incógnita de saber cuál será
la respuesta de los españoles en el actual clima de desencanto con la clase política.
Sin duda un gran número de
ciudadanos cumplirá con su deber cívico de acudir a votar, pero si la
participación sigue descendiendo por debajo del porcentaje de anteriores
comicios, habrá que preguntarse a quien representarán los elegidos.
Si la explicación se deja
en manos de los políticos, seguro que, tras felicitarse por los resultados,
encuentran la justificación en la lejanía de las instituciones europeas o en el
desconocimiento por los votantes de las importantes decisiones que allí se
adoptan.
Una explicación
alternativa es que en las elecciones se vota a políticos y la clase política,
en general y con todas las excepciones que se desee, ha dejado de estar bien
vista por los ciudadanos de a pie. Basta echar un vistazo a las últimas encuestas
del CIS para constatar que la corrupción y el fraude; y los políticos, son los
problemas que más preocupan a los españoles, sólo por detrás del paro y de la
situación económica que lo provoca.
No parece congruente dejar
en manos de los políticos la solución al problema que ellos mismos transmiten a
la ciudadanía. Casos de corrupción que nunca se resuelven, juicios que se eternizan
y ausencia de dimisiones (en España no dimite nadie), no ayudan a disipar el sentimiento
de desconfianza.
Urge una regeneración de
las instituciones que aporte mayor transparencia y que motive a la población a
participar de manera activa.
Aunque no exista una
receta infalible sí que contribuiría a mejorar la situación que los partidos
políticos se comportasen con mayor claridad en su funcionamiento interno, que
convocasen elecciones primarias para elegir a sus candidatos. Que las listas
electorales fuesen abiertas y no cerradas, de tal modo que un ciudadano pudiese
elegir votar a un partido pero no a un determinado candidato, o candidatos de
distintos partidos si así lo desea. Que
se suprima el sistema d' Hondt en el cómputo
de los votos que sólo beneficia a los dos partidos mayoritarios y fomenta el
bipartidismo. Y, finalmente, que se elimine el mínimo del 5% de los votos para
el acceso a la representación parlamentaria, pues con ello se ningunea el voto
de miles y miles de ciudadanos que, con justo motivo, no se sienten
representados en los resultados de las elecciones.
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